Por: Soraya El Achkar
Abr 5, 2018
¿Cómo es que podemos olvidar que unos fueron capaces de quemar a otros de manera intencional por su color de piel, su condición social o por ser chavista?
¿Cómo es que podemos olvidar que hubo funcionarios policiales y militares que abusaron de la fuerza y utilizaron armas no autorizadas para el control de manifestaciones públicas?
¿Cómo es que podemos olvidar que el juego político era hacer ver a la comunidad internacional un Estado fallido y por eso se bloquearon las principales vías de comunicación, lo que impidió el acceso a medicamentos, alimentos, para luego, de manera cínica, esgrimir el argumento de la necesidad de ayuda humanitaria?
¿Cómo olvidar que se aprovecharon de jóvenes en situación de calle ofreciéndoles droga, alcohol y unos pocos bolívares para fines perversos como enfrentarse a la fuerza pública, quemar los bienes de todos y destruir la ciudad?
¿Cómo se nos puede olvidar aquel 30 de julio cuando tuvimos que salir en sigilo, como quien sale de un campo de concentración, en medio de barricadas vacías, una ciudad devastada y amenazas a la vida y la integridad física para ejercer nuestro sagrado derecho a votar?
¿Cómo es que se nos puede olvidar que hubo jóvenes que murieron manipulando armas no convencionales ofrecidas por no sé quién, que aún pretende hacer política?
¿Cómo es que se nos pueden olvidar las confesiones de los personeros políticos de oposición diciendo que el único propósito era escalar el conflicto para llegar a la insurrección y que a pesar del fracaso seguían insistiendo en que ese era el camino?
¿Cómo es que se nos puede olvidar aquella ciudad destruida, sin luz y en manos del hampa contratada para que sembraran miedo y zozobra?
¿Cómo es que se nos puede olvidar que el desamparo judicial no tuvo parangón porque los fiscales del Ministerio Público estaban de brazos caídos y formaban parte de esa complicidad abierta de impunidad?
¿Cómo se nos puede olvidar que se tuvo que recurrir a un desafuero jurídico como lo fue utilizar la jurisdicción militar para el caso de civiles, violando un principio básico del juez natural por la ausencia criminal del Ministerio Público?
¿Cómo es que podemos olvidar que la mayoría de las manifestaciones reprimidas y la mayoría de los muertos se produjeron en aquellas que alteraron el orden público, las que no tenían convocatoria clara, en las que no había responsable político?
¿Cómo es que podemos olvidar que hubo grupos de personas que fueron desplazadas de un estado a otro con el único propósito de generar violencia?
¿Cómo podemos olvidar la intensa guerra mediática vía redes sociales con medias verdades y muchos falsos positivos, que nos mantuvo en un estado de angustia permanente?
¿Cómo podemos olvidar tantos árboles talados que dejaron de dar sombra y vida?
¿Cómo podemos olvidar aquella imagen tan dantesca de una mujer ofreciendo dulces a un niño en situación de calle para que gritara “¿Quiénes somos? ¡Venezuela! ¿qué queremos? ¡Libertad!?
Cómo podemos olvidar que ensayaron una y otra vez levantar a los sectores populares provocando saqueos pero que, por fortuna, el pueblo es sabio y valiente y no se dejó tentar la mayoría de las veces?
¿Cómo olvidar toda la simbología que construyeron para hacer ver que era una suerte de batalla épica? Aquellas máscaras antigás tan sofisticadas, los morteros, las armas no convencionales, los escudos emulando La Cruzada, franelas con frases como “Yo soy libertador” que fueron desapareciendo en la medida que fue acabando el financiamiento.
¿Cómo olvidar a algunos personeros religiosos bendiciendo la salida de estos jóvenes a los actos de violencia, como si hubiéramos retrocedido hasta los años 1096 y 1291, cuando Las Cruzadas se convirtieron en una práctica militar dirigida por la iglesia y, aunque en el año 2000, el papa Juan Pablo II pidió públicamente perdón por los pecados cometidos en las cruzadas, algunos personeros de la Iglesia venezolana como que no se han enterado.
¿Cómo podemos olvidar a los grupos armados que, de manera irresponsable, activaron dispositivos al margen de la ley y con complacencia de sus dirigentes?
¿Cómo podemos olvidar que la mayoría de los fallecidos murió por heridas de armas de fuego, lo que nos reta al desarme?
¿Cómo olvidar que hay un número significativo de venezolanos que murió sólo por el simple hecho de estar pasando por los alrededores de los acontecimientos?
¿Cómo olvidar que una maestra murió por una bala perdida de algún funcionario de policía apenas se asomó a la puerta de su casa a auxiliar a una jovencita que venía pasando?
¿Cómo olvidar que hubo personas linchadas bajo la mirada complaciente de la sociedad?
¿Cómo olvidar que fueron 52 personas las que fallecieron por alguna acción irresponsable de la fuerza pública y que es la GNB quien encabeza estos hechos?
¿Cómo olvidar que aún hay responsables que no han sido identificados, que no han sido juzgados y que aún no hay justicia, reclamo principal de los familiares que tienen el dolor enquistado, la vida cotidiana desconfigurada, el miedo instalado como emoción extrema, la sensación de desamparo, el deseo de venganza y la culpa a flor de piel por no cuidar de sus hijos?
¿Qué hacemos con todo esto como sociedad? ¿Olvidarlo? Sería cosificarnos y arrebatarnos la humanidad. Aunque duela, debemos siempre hacer memoria para que podamos asumir una actitud responsable de compromiso con el ejercicio de la política y dejar de jugar con la vida de la gente.
Se puede perdonar, pero jamás olvidar.
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